
Con la llegada de los grupos de niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos, el pueblo de diseño español –enclavado en una cabecera de valle, a 3.660 metros sobre el nivel del mar– recupera el esplendor de antaño y su famoso Carnaval, que se vive con música, variedad de comida que solamente se degusta cuando se llega al lugar, y también con la verdadera y tradicional chicha.

Con su imponente templo San Juan Bautista de Pocoata, monumento nacional en refacción, esa pequeña ciudad se caracteriza por ser un sitio donde se celebran muchas fiestas, como la Pascua, el Tinku (3 de mayo), San Juan (24 de junio), Palizada y Todos Santos; pero ninguna se iguala al Carnaval que atrae y enamora a propios y extraños.
Al famoso pueblo donde se produjo la primera rebelión indígena, encabezada por los hermanos Katari, no sólo acuden quienes viven en La Paz, sino también llegan de Cochabamba, Santa Cruz, Sucre, Potosí y otros departamentos, a quienes se suman los que arriban de Argentina, Uruguay, Brasil, Venezuela, Colombia, España y de otras latitudes.
En los días de Carnaval, todos cantan, todos bailan... serpentinas y mixturas, como flores de colores”, dice una de las canciones tradicionales que se canta al ritmo de huayño y que todos danzan sin descansar, aunque existen otras tonadas que arrancan lágrimas de muchos.

La celebración no se inicia el sábado, al igual que en casi toda Bolivia, sino que hay una ceremonia previa, el día lunes, cuando las familias de los varones fallecidos durante el último año, después del anterior Carnaval, realizan lo que se llama “su Carnaval” del difunto.
Entre los difuntos cuál es el mejor, entre los difuntos cuál es el mejor, el Pancho Solano, viva el Carnaval, se lleva la flor”, dice la canción del lunes que sólo varía con el nombre de cada fallecido varón. De esa manera, si en el último año fallecieron cuatro varones, se encuentran cuatro celebraciones en los domicilios de cada una de las familias.
El pueblo no hace diferencias y todos acuden a cada una de las casas a comer y beber chicha, porque ésa es una señal de respeto entre todos. La familia doliente, pese al luto que lleva, baila a la cabeza de una comparsa y da una vuelta a la plaza cantando la canción tradicional.
El mejor amigo, el hijo mayor o un allegado muy respetado y alegre, es designado por la familia para personificar al difunto con su poncho, sombrero y una máscara. Esa comparsa visita las casas de los otros difuntos para hacer bromas y luego retorna al lugar de donde salió.
Pero el verdadero Carnaval se inicia el Martes de Ch’alla, día en que las comparsas Wawayqudores, Halcones, Huayronkos, Mañaneras y otras conformadas momentáneamente acuden al Calvario para la entrada, que se caracteriza por la alegría y las canciones de antes.
El miércoles se caracteriza por el primer Cuculi y la llegada de las orquestas contratadas desde Llallagua, Sucre, Cochabamba o La Paz.
El Cuculi es la salida de las comparsas desde las 04.00 de la madrugada para bailar mientras recogen a cada uno de los integrantes de sus casas. Luego el grupo se “busca la vida” en las demás moradas, donde exige la “costumbre” –un balde o lata de chicha–, de acuerdo a la cantidad de integrantes. Esta tradición se celebra hasta cerca del mediodía, hasta el día sábado.
Pero también desde ese miércoles, a partir de las 14.00, comienzan a sonar las orquestas en la plaza, donde se colocan grandes carpas de camión para proteger a los integrantes de la lluvia.
Los grupos no sólo bailan en el pueblo, sino también los cabecillas (prestes) programan viajes a pueblos cercanos a pie o en camión. De esa manera se llega a Huancarani, Ferrocruz, Macha y otros lugares cercanos, donde pasan todo el día y muchas veces retornan al pueblo pasadas las 16.00 horas, directo a bailar con su conjunto, que según el contrato toca hasta las 02.00 de la madrugada o más tarde.
Por esa situación, muchos jóvenes que se quedan en la plaza a seguir con la diversión, “como Dios manda”, se enganchan directamente al próximo Cuculi sin descansar.
Pero el viernes es el día que menos afluencia de integrantes hay, porque muchos se ocultan para evitar ser nombrados cabecillas para el año siguiente, aunque vuelven a bailar cuando ya se han designado a los nuevos pasantes, cargo que recibirán el Domingo de Tentación.
El sábado es el último día de alegría, cuando muchos retornan a sus regiones por cuestiones de trabajo, pero los que se quedan preparan lo que será la despedida del Carnaval o Cacharpaya, el Domingo de Tentación, en la salida del pueblo.
Toro negro, toro blanco, se fue el Carnaval, torito de ambos colores,
esperamos Pascuas con gusto cabal”, es la canción que se canta en tentación, antes de dar paso al último baile en la plaza, pues la tradición del día de campo del lunes desapareció hace mucho tiempo, debido a que todos vuelven a sus regiones por el mismo camino que los trajo. De esa manera los pocoateños celebran uno de los mejores carnavales de Bolivia, donde la mayoría llega al pueblo a ver a los abuelos y tías ancianas, que por cierto derrochan mucha bondad y comprensión durante siete días. Pero cuando los visitantes salen de ese pueblo querido, con lágrimas en los ojos, ya comienzan a pensar en el próximo Carnaval.
El pueblo no hace diferencias y todos acuden a cada una de las casas a comer y beber chicha, porque ésa es una señal de respeto entre todos. La familia doliente, pese al luto que lleva, baila a la cabeza de una comparsa y da una vuelta a la plaza cantando la canción tradicional.
El mejor amigo, el hijo mayor o un allegado muy respetado y alegre, es designado por la familia para personificar al difunto con su poncho, sombrero y una máscara. Esa comparsa visita las casas de los otros difuntos para hacer bromas y luego retorna al lugar de donde salió.
Pero el verdadero Carnaval se inicia el Martes de Ch’alla, día en que las comparsas Wawayqudores, Halcones, Huayronkos, Mañaneras y otras conformadas momentáneamente acuden al Calvario para la entrada, que se caracteriza por la alegría y las canciones de antes.
El miércoles se caracteriza por el primer Cuculi y la llegada de las orquestas contratadas desde Llallagua, Sucre, Cochabamba o La Paz.
El Cuculi es la salida de las comparsas desde las 04.00 de la madrugada para bailar mientras recogen a cada uno de los integrantes de sus casas. Luego el grupo se “busca la vida” en las demás moradas, donde exige la “costumbre” –un balde o lata de chicha–, de acuerdo a la cantidad de integrantes. Esta tradición se celebra hasta cerca del mediodía, hasta el día sábado.
Pero también desde ese miércoles, a partir de las 14.00, comienzan a sonar las orquestas en la plaza, donde se colocan grandes carpas de camión para proteger a los integrantes de la lluvia.
Los grupos no sólo bailan en el pueblo, sino también los cabecillas (prestes) programan viajes a pueblos cercanos a pie o en camión. De esa manera se llega a Huancarani, Ferrocruz, Macha y otros lugares cercanos, donde pasan todo el día y muchas veces retornan al pueblo pasadas las 16.00 horas, directo a bailar con su conjunto, que según el contrato toca hasta las 02.00 de la madrugada o más tarde.
Por esa situación, muchos jóvenes que se quedan en la plaza a seguir con la diversión, “como Dios manda”, se enganchan directamente al próximo Cuculi sin descansar.
Pero el viernes es el día que menos afluencia de integrantes hay, porque muchos se ocultan para evitar ser nombrados cabecillas para el año siguiente, aunque vuelven a bailar cuando ya se han designado a los nuevos pasantes, cargo que recibirán el Domingo de Tentación.
El sábado es el último día de alegría, cuando muchos retornan a sus regiones por cuestiones de trabajo, pero los que se quedan preparan lo que será la despedida del Carnaval o Cacharpaya, el Domingo de Tentación, en la salida del pueblo.
Toro negro, toro blanco, se fue el Carnaval, torito de ambos colores,

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